Anoche me veía esta película que está de moda en Netflix: “No mires arriba (Don’t look up por su título en inglés) y me devolví en mi pensamiento sobre varios asuntos que me parecen fascinantes del universo, y que tienen que ver con la idea de la unidad que en sí misma conforma al universo en su totalidad.

En ese momento del inicio de todo y de todos los tiempos, hubo una chispa que hizo ¡Bam! Y todo estalló. Y surgieron las galaxias y las estrellas. El polvo del universo vagó, se compactó y se unificó y creó los ingredientes necesarios para la vida. Y de esto estamos hechos todxs nosotrxs: de esa partícula primigenia que estuvo toda compactada, junta y muy apretujada, es la esencia misma del ser y de todo lo que hay, existe y nos conforma.

Y mirar hacia arriba, hacia el cielo que no es un límite (como dicen muchos en su verborrea barata de autocomplacencia y mindfulness) es un ejercicio necesario, que nos ubica en nuestro lugar del universo, pero que a la vez nos da la conciencia sobre la unidad que nos constituye. Como vi en un vídeo hace unos meses: yo soy tú y tú eres yo. Y estamos en este universo, respirando, viviendo, sintiendo juntxs, como parte de un todo que compartimos. La separación es una ilusión y las diferencias que nos esforzamos en mantener; un engaño…

Yo creo que entendí un poco más de esto con la muerte de mi amadísima madre. Pero, me gusta pensar en ella renaciendo en la energía del universo. Que su vida no pereció en el instante en que sus pulmones se vaciaron del vital aire para respirar, sino que volvió a ese polvo prístino que la conformó en primer lugar; esa materia prima que viene de las propias estrellas en el instante en que se expandieron para lograr todo lo que existe en el universo… y en algún punto del tiempo, mi cuerpo se volverá polvo, pero no mi energía ni mis pensamientos. Y entonces, nos volveremos a encontrar.

Finalizando este año de grandes lecciones aprendidas a nivel personal, creo necesario, ahora más que nunca, que nos despojemos de nuestro ego. No somos individuos aparte, no estamos solos ni poseemos a la naturaleza. Más bien, nosotrxs le pertenecemos y volvemos a ella cuando dejamos de ser carne y hueso, y volvemos a la tierra de la que salimos, alimentándola con nuestra sustancia, reverdeciendo en nuevos árboles, engordando lombrices que luego son comida para animales más grandes; que luego nosotrxs comemos y viceversa: es un ciclo eterno que se repite, es la perpetuación de la vida en la vida que, finalmente, nunca deja de ser.

Mirar al cielo es también un recordatorio de lo frágiles e insignificante que resultamos frente a la vastedad del universo; pero también de lo necesarios que somos para nosotrxs mismxs, pues desde el mismo momento del gran bam, tomamos todas las decisiones que nos permiten estar aquí y ser conscientes de todo. Estamos y hacemos parte de un absoluto más grande, sin inicio ni final, que será, incluso después de que dejemos de estar y seres (seguramente más inteligentes y sabios que nosotrxs) nos reemplacen para que el universo siga contemplándose a sí mismo en su hermosa complejidad.

La invitación con esto es que nos tomemos un tiempo para apreciarnos de una manera más completa, más holística y agradezcamos por todo; por todo en absoluto. Porque las prisas que llevamos hoy en día no nos permiten admirarnos por la vida. Vida que es asombrosa en sí misma y que replica infinitamente, desde el átomo más pequeño; perfectamente divisible entre sus partes mínimas; hasta el macrocosmos más infinito que aun no logramos dimensionar en nuestras limitadas cabezas de simples mortales.

Este es un ejercicio de autodeterminación, de humildad que adolece de las ideas preconcebidas sobre ella misma basa en preceptos materialistas. La razón pura y el conocimiento requieren, necesariamente la sabiduría del espíritu que se conecta con la naturaleza y lxs otrxs para ser; para convivir en armonía y existir en plenitud: de manera consciente.

Ojalá este 2022 nos ayude a entendernos en estos términos. Que cada día, hora, minuto y segundo que transcurran; nos guíen en el propósito del universo, el karma, el plan de Dios o lo que sea en que ustedes crean, para que seamos mejores. Puede sonar barato, repetitivo y poco creativo, pero yo lo creo: lo creo con todo mi corazón. Pues en la mente está el poder para lograr movilizar nuestras convicciones hacia un lugar en el que todo lo bueno sea posible.

Sin más que pueda añadir sobre ello; seguiré rumiando mis pensamientos.

Adiós y gracias 2021, porque fuimos a pesar de ti.

Paz y amor con ustedes.

Teresa.